miércoles, 30 de noviembre de 2011

¿Para qué leer?


Con esta pregunta me cruce por el lugar donde trabajo, y sinceramente, no sabría decir para qué, pero si creo saber para qué no. Desde luego, no para ser mejores, puesto que no creo que la cultura nos haga serlo, veanse los gerifaltes nazis escuchando a Wagner u otros prodigios de la música alemana para acallar los estertores de las personas que eran gaseadas en los campos.
Sí creo que sirva para librarnos de un montón de cosas, por ejemplo de la dictadura de lo políticamente correcto. Estoy deseando ver a mis alumnos con su ejemplar de Otelo bajo el brazo, ese compendio antídoto, o mejor aún panacea contra ese mal. Imaginen un moro, negro, celoso, que asesina a su amada porque sospecha, ya que ni siquiera lo sabe con certeza, que ella ha podido serle infiel. Desde luego esto haría temblar a más de un alma cándida de la coeducación y la política de igualdad de géneros. Y lo mejor es que nadie le puede negar su grandeza.
Lógicamente podéis deducir que no creo en esa literatura de melindres, que pueda transmitir valores transversales o enseñanzas almibaradas propias de señoritas remilgadas y pacatas de otras épocas. Creo en esa literatura que hace que nos manchemos las manos de sangre, heces, vino, pero también de pasiones que se desatan en pos de valores como el amor, la lealtad, la afirmación del individuo. Y también creo en la belleza, en los artificios retóricos, pero siempre que estos lleven aparejados un "yo", cosa que sucede en grandes nombres como Góngora, Darío o Lezama Lima. Basta ya de esa caterva que huye de la poesía pura, la Poesía com mayúscula, en pos de un falso compromiso de otras poesías con realidades sociales y otras quisicosas bienpensantes.
Así que amigo, si crees que merece la pena dejarse la piel en un relato, sentir un beso húmedo al abandonarte a un poema, hacerte compadre de seres como Julien Sorel o sentir el ardor patriota de Jünger en la trinchera mientras sentimos las tempestades de acero, franquea esta puerta. Seguro que por algo la divina providencia te ha traído aquí, con poco trabajo acabaremos siendo lo que los italianos llaman "amici per la pelle" o al menos dos buenos compadres, o quien sabe si un par de simpáticos rufianes.

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